viernes, 27 de febrero de 2009

10. Matrimonio de ciudad


Hace unas semanas me llevé una de esas sorpresas que te alegran la noche y te salvan la semana. Se me metió que no quería quedarme aburrido en la casa, así que me envolví como un tamal y me fui a ver una obra de teatro que hacía rato quería ver. Claro, todo se agota rapidísimo, así que, cuando llegué, ya no había entradas, por lo que corrí a mi segunda opción: otra obra que tenía apuntada en mi lista de actividades recreativas. Cuando me senté, empecé a notar que el teatro estaba lleno de parejas de lesbianas, grupitos de tres o cuatro locas, parejas de hombres con mujeres en claro plan "te acompaño a la obra gay para que no te la perdás". Y cuando leí la sinopsis me di cuenta de que la obra era de tema lésbico, cosa que no recordaba haber visto cuando leí el anuncio. Me acomodé en mi asiento y seguí con la ficha: director: Fulanito, actrices: Menganita y y y y aquí me llevé la sorpresa de que la protagonista era Antonia San Juan, la Agrado de Todo sobre mi madre, a quien ya había visto también en un monólogo titulado "Otras mujeres", una genialidad de vulgaridades y reflexiones sobre la vida. Perfecto -me dije-: noche de homoarte entonces. La obra se llamaba "Matrimonio de Boston", en referencia al eufemismo con el que se conocían en el siglo XIX las parejas lésbicas. En resumen, la historia cómica trataba de dos "amigas" entradas en años, su lucha por sobrevivir de forma acomodada a expensas de un "protector" y sus necesidades de afecto y sexo. Una de ellas, Antonia San Juan, estaba enamorada de la otra, Rocío Calvo, quien no parecía corresponderle en la actualidad pese a haber mantenido una relación amorosa por años, pues estaba ilusionada con una niña bien. Y así transcurre la historia, la una tratando de convencer a la otra de que deben quedarse juntas, mientras la otra solo piensa en su nuevo amor y le ruega que le ayude a hacerla caer en la red del orgasmo. ¿Por qué cuento todo esto? Bueno, porque recién hoy me doy cuenta de que he estado viviendo en estos últimos dos meses en un matrimonio algo bostoniano con M, sin haberme dado cuenta ni nada. Desde que lo conocí no me he acostado con nadie; incluso ya solo recorro por breves minutos la ciberciudad para ver las fotos porno del día y aparezco siempre como invisible para evitar tentaciones. Nos hablamos, nos mandamos mensajes y chateamos todos los días. Salimos por lo menos tres veces a la semana, dormimos juntos al menos una vez y cogemos todas las veces que se nos presenta la oportunidad. Y, claro, como buen matrimonio que ha sido, peleamos, nos resentimos, me cela, le hago berrinches, me hace escenitas, nos reconciliamos, etc., etc., etc. Es decir, todas esas cosas desagradables y tontas de las relaciones que tanto me molestan.
Hace dos semanas me encontré a un viejito de 86 años en la fila del supermercado y me contó en segundos su vida y milagros, pero sobre todo lo triste que siempre andaba desde que se le había muerto la esposa, hacía un año, después de medio siglo de fundirse con ella. No podía superarlo y se le pusieron los ojos vidriosos cuando me lo relató. Me preguntó si yo tenía novia, porque pensaba que estar en pareja era lo mejor que le podía suceder a una persona. Le respondí que sí, principalmente para complacerlo. Pagó y se despidió de mí. Yo me quedé pensando en lo que sería vivir casi toda tu vida con una misma pareja y seguir enamorado hasta el final, hasta el punto de no concebir la existencia sin el otro. ¿Será ese efectivamente el estado perfecto del ser humano? ¿Un autosexual como yo tendrá perspectivas si es así? A, mi amigo portugués, me comentó que, cuanto más autosexuales somos, más peligro existe de que emerja una multiplicidad de personalidades. Dicho en portugués suena hasta poético, pero la verdad es que me dejó pensando: ¡Qué cierto es esto que dice A! Dentro de mis variadas psicopatologías sin desarrollar (siempre he pensado que estuve a punto de nacer autista, y además padezco de acrofobia, anginofobia, atelofobia, atiquifobia, claustrofobia, coitofobia, falacrofobia, meningitofobia, obesofobia, tropofobia, filofobia y gamofobia, entre otras), debo reconocer que se me presentan destellos de personalidad bipolar, que siempre he pensado que son herencia materna: en un momento estoy feliz y al siguiente estoy de mal humor, sin razón aparente. Y esto que dice A me suena conocido: Hay varios yo por ahí y nunca sé cuál va a controlar la situación. En un momento soy un loco cariñoso y un enamorado de la vida y del amor, y al segundo siguiente no quiero comprometerme con nadie, renunciar a mi individualidad ni entregarme. M lo ha notado y le causa mucha frustración. Hoy prácticamente me terminó. Me pidió que fuéramos solamente amigos, porque le hace daño pensar que él ha estado en una relación de pareja con la mirada puesta en el futuro y yo he estado en una relación de pareja con los pies bien plantados en el presente. O sea, él había construido un futuro, se había planteado una loca posibilidad de seguir conmigo, mientras yo lo besaba pero dirigía mi mirada al que vendría después. Dice que es culpa de él, que se armó una historia irreal sin darse cuenta, que se enamoró de mí sin percatarse, que se siente triste y ahora no sabe ni cómo despedirse de mí. Yo me siento culpable por no sentir lo mismo, sobre todo porque lo quiero y me encanta compartir con él, pero siempre pensando en la caducidad de la relación. Mientras él se planteaba vivir conmigo un matrimonio como el del viejito del súper, yo andaba viviendo mi "matrimonio de ciudad": acelerado, presente, un tanto anónimo y colectivo. Y M ya no sabe si quiere verme más. Y yo no sé si quiero mantenerlo a mi lado por las pocas semanas que quedan, quererlo y luego extrañarlo y hasta llorarlo. No sé si mi apatía amorosa es fruto de la decepción con respecto a B o si eso es solo el mejor pretexto que me he construido para justificar mi desapego y actitud poco cariñosa.
M es ciertamente un chavalazo. Físicamente, es un tipo con un cuerpo bien trabajado, un culote y una pichota. Intelectualmente, es una cajita de conocimientos sobre arte, historia, cocina, política, ciencia... Humanamente, es un ser respetuoso y solidario. Sexualmente, es un polvazo. Como pareja, es cariñoso, entregado, chineador y aguantador. ¿Se puede esperar algo más de una persona?
Por lo pronto, parece que mi matrimonio se ha disuelto y que ambos volveremos a la soltería/putería urbana.
¿He sido demasiado realista esta vez al tener claro que la relación era temporal mientras él se la imaginaba a largo plazo? ¿Será que la terapia de dos años me liberó de mi afición por armarme castillos en el aire y por verme casado con cuanto patas vueltas se me atravesaba? ¿O será más bien que me he convertido en uno de esos tipos de los que solía enamorarme sin razón, que te mostraban todo el encanto para capturarte y luego te dejaban tirado sin mayor motivo ni preocupación?
Estoy aquí sentado frente a la pantalla luminosa y sin tener muy claro qué voy a hacer un viernes con una noche preciosa. Iba a cocinar para M, luego íbamos a ver una película y finalmente íbamos a dormir juntos. Me canceló porque prefiere reflexionar y no se siente cómodo conmigo. Esta historia despide un olor rancio, bien añejo. Ya la he saboreado un montón de veces antes. No me indigesta pero tampoco me sacia el espíritu. A fin de cuentas, de lo que se trata es de quedarse solo de nuevo, un poco más anticipadamente de lo que ya se preveía. Quizás también un poco más desconcertado. Quizás incluso un poco más divorciado, enviudado y gamofóbico.

Mientras me acuerdo de los ojos llorosos del viejito que hablaba de su esposa muerta: http://www.youtube.com/watch?v=W9X8_gycTUY&feature=channel_page

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