domingo, 29 de marzo de 2009

12. La conquista erótica de las Europas


Es cierto lo que dice el epígrafe de este blog: no puedo contar mi vida con imparcialidad; no hay nada más imposible ni menos humano. Hoy en la mañana, reflexionando sobre si iba a escribir con detalle lo que me había sucedido esta semana, me di de frente con esa realidad: "Jamás -me dije-, porque eso sería dar una imagen de un tipo demasiado patético". Entonces me di cuenta de que inevitablemente siempre nos reservamos algo para nosotros mismos y todo lo contamos a través del filtro de la imagen que queremos proyectar. Ya es suficiente con que me anime a escribir esto que no sé ni cómo llamar. A, mi amigo portugués, me felicitó en una carta por atreverme a hablar de mi sexualidad y de mis experiencias abiertamente. Y lo más curioso es que, cuando lo leí, supe que era completamente sincero, pero no me sentí orgulloso de ello. ¿Será porque me percaté de que quizás sea una prueba más de mi tendencia al exhibicionismo y a llamar la atención? No me extrañaría, dado que lo que cuento está procesado y decorado para quedar yo como el bueno (la víctima, a lo sumo) de la película. Sin embargo, hay momentos en que ni esforzándome demasiado puedo maquillar la narración de mis experiencias de forma que yo salga librado con un mínimo de dignidad, como se verá a continuación.
La "ruptura" con M resultó insospechadamente liberadora. ¿Era cierto entonces lo que él pensaba que yo ya estaba planeando su ida para desplomarme en el universo del descontrol? Se fue hace una semana, pero antes cayó de sorpresa en mi apartamento para devolverme algo que yo le había prestado. Nos sentamos en la sala y hablamos con cierta intimidad y cariño de lo que habíamos vivido juntos y de cómo valorábamos nuestro encuentro. Al final, terminamos apretándonos en la entrada y abrazándonos como locos, sin lágrimas eso sí. Pensé que quizás él también me había conquistado un poquito como yo a él (según su opinión). Ese mismo día, T, mi amigo suizo, me encontró en el chat y hablamos por primera vez desde que nos separamos a inicios del año. Fue una plática sorpresiva y reveladora, en la que me confesé aún atraído por él y en la que él, por primera vez en estos dos o tres años, también me entreabrió una rendija de sus sentimientos hacia mí. Hablamos de por qué no hablamos cuando nos vimos. Parece que no hablamos porque temíamos hacerlo: yo porque desconocía su reacción y quería resguardar mi cuota anual de dignidad (quizás para él no tenía ni la más mínima importancia lo que pasó entre nosotros e incluso era probable que ni siquiera se acordara) y él porque le rehuía a las consecuencias: ¿terminaríamos dándonos un beso, un abrazo o cogiendo? A pesar de que estas pláticas resultan catárticas, no puedo dejar de preguntarme: ¿habré conquistado de alguna forma aunque sea una venita del corazón de T? Y no entiendo por qué, después de tantos desencuentros, una duda así me sigue asaltando de vez en vez...
Pensando que ya me había reconciliado con los sentimientos hacia M y hacia T, decidí emprender entonces la conquista erótica de las Europas: no más compromisos, no más novios a medias ni relaciones de entrega. Debía conquistar y coger con cuanto individuo me gustara y pudiera. Era la revancha exigida por mis antepasados. Poco después, claro, M me contactó por internet y de nuevo empezó con sus ataques hacia mi persona, sus cuestionamientos a mi ética amorosa, y terminó escupiéndome palabras groseras y llamándome ridículo. Definitivamente hay gente con la que no puede firmarse la paz y, como no me va eso de andar metiéndome en guerras, mejor hago un paquetito con mis vivencias y emociones, lo amarro bien y me retiro. Si M quiere seguir viviendo el melodrama sentimental que se inventó conmigo y jugando a la doncella despechada, yo renuncio a aparecer en el reparto. Le pedí que no nos comunicáramos más, lo que me valió un aluvión de ataques y resentimientos nuevamente. Ni siquiera le contesté para evitar así continuar con esta telenovela.
En fin, siguiendo con la conquista erótica, debo confesar que me estoy empezando a sentir incómodo con mis estrategias. He conocido a algunos especímenes locales en la ciberciudad, me han pedido que nos conectemos al messenger y ya van dos veces que terminamos en una sesión de cibersexo, después de la cual no me vuelven a dirigir la palabra. Eso me sabe a que los conquistados no están siendo ellos... Luego también he conocido a otros prospectos interesantes, pero la verdad es que, como siempre, hay pocas posibilidades de que se materialicen o de que se dejen conquistar. Y al final me descubro de nuevo en mi patrón más dañino: me atrae el que no me trata bien y rechazo al que me trata bien. Conocí a un alemán que babea por mí y que se pasa invitándome a su casa, pero a mí me da pereza verlo. En cambio, otros que apenas si me contestan monosílabos en el chat me desgarran las expectativas.
Y entonces la conquista erótica de las Europas se perfila cada vez más como un proyecto fracasado desde el inicio. El fin de semana pasado salí con A y me presentó a un conocido de estas tierras. Me gustó desde el principio y terminé trayéndomelo al apartamento. Fue una experiencia patética: el tipo se emborrachó, se vomitó en la calle y luego en mi cuarto, y en media madrugada me despertó dos veces como desquiciado para que me lo cogiera, pero se regaba en menos de dos minutos y se volvía dormir. En sus pocos momentos de lucidez, me preguntó si yo había estado recientemente con alguien joven como él (¿le habré parecido viejo? Qué terrible) y le contesté que me levantaba a cinco por semana. Se lo creyó y me preguntó si yo era un prostituto. Me dio risa de momento, solo de momento. Ayer salí con A y D a bailar a una disco y yo iba propuesto a levantarme a alguien. La verdad es que bailamos riquísimo y la pasé muy bien, aunque se me fue la mano con el licor. Recuerdo que me apreté con un chiquillo guapo y luego este se desapareció. Con otro intercambié miradas todas la noche, pero ninguno se acercó al otro para hablar. Y ya de regreso a las 7 de la mañana, A propuso que fuéramos a un sauna. El único que terminó yendo fui yo, pero como por inercia, porque la verdad estaba molido y no tenía ninguna gana. Bueno, por necio terminé metiéndome en un lugar que no conocía. Había poca gente y el ambiente era bastante extraño. No supe lo que pasaba hasta que un búlgaro alto y guapo se me acercó y me preguntó: ¿sabías que este es un sauna para chaperos (=prostitutos)? La vergüenza se apoderó de mí. Claro, por eso estaba lleno de jóvenes extranjeros más o menos guapos por un lado y viejitos por el otro. Dado que yo no me veía como alguien de la clientela habitual del lugar, los chaperos oficiales me miraban con recelo, porque no calzaba con el comprador típico de sus servicios sexuales. Y por otra parte los viejitos me veían con ganas porque creían que yo era una nueva adquisición del lugar. No me moví de donde estaba por un gran rato, pensando en lo estúpido que resultaba todo y en que la pregunta del chiquillo del fin de semana anterior se había convertido en profecía: yo era un prostituto más. Entonces mi plan de conquistar Europa se vino abajo, porque al final me veían como alguien a quien se le paga por sexualizar. Ningún conquistador, qué va. Era simplemente un mercenario del sexo. A los minutos se me acercó un brasileño y me preguntó, como lo había hecho el búlgaro, si yo sabía qué tipo de lugar era ese. Le contesté que sí, que sentía mucha vergüenza y que no sabía qué hacer. Se compadeció de mí y me ofreció sexo sin cobrarme. Aproveché un descuido suyo, me levanté y me vestí inmediatamente. El sol de las diez de la mañana me dio en la cara y puso al descubierto la ridiculez de mis planes. Era como si la ciudad me acusara con el nombre de sus calles, como si los transeúntes matutinos se burlaran de mí discretamente: no era un conquistador; era una puta. Cogí el metro y la gente recién bañada que se dirigía a misa y a los parques contrastaba con mis ojeras de trasnochado y mi olor a cigarro y a alcohol. Ellos iban a disfrutar de la mañana libre; yo volvía de trabajar.
¿Entonces el conquistador resultó siendo el conquistado a fin de cuentas? ¿No había sido siempre así de todos modos: yo jugando al poderoso en un principio y al desdichado al final?
El cielo se cubrió de nubes nuevamente. Hace frío y la ciudad está como muerta. No hay gloria posible en la conquista cuando el conquistador está condenado a perder infaliblemente. Al menos debería aprender a comportarme con cierta dignidad: que no se diga que soy un puto más, que se desnuda en la cámara del messenger para que luego no lo vuelvan a contactar; que se va a la disco a ligar y termina rechazado por transpirar deseo sexual sin control; que se va a un sauna y hace el ridículo mientras todo el mundo se da cuenta de que no tengo ni la menor idea de que paso por puto.
Addendum (varios días después):
Ya lo pensé mejor: si voy a ser puta, deberé empezar a ahorrar para comprarme una miniseta decente y una peluca bien chic. Que no se diga que la gente del trópico no sabemos presentarnos con cierta dignidad y, ante todo, glamour. Y a seguir puteando sin remordimientos...

Mientras salgo del sauna con todo el peso de mi patética ridiculez sobre mis hombros:
http://www.youtube.com/watch?v=UOKiLHxBmMU&feature=channel_page

No hay comentarios: